La historia de Nicaragua ha estado profundamente marcada por la influencia extranjera, especialmente por la de Estados Unidos durante el siglo XX. Este interés norteamericano en Nicaragua no fue un caso aislado, sino parte de una política más amplia conocida como el «Gran Garrote» (Big Stick), que buscaba afianzar el control y la influencia estadounidense en el hemisferio occidental.
Desde principios del siglo XX, Estados Unidos vio a Nicaragua como un territorio estratégicamente vital, principalmente debido a su potencial para construir un canal interoceánico que rivalizara con el de Panamá. Esta visión estratégica llevó a múltiples intervenciones militares y políticas en el país. En 1912, tropas estadounidenses desembarcaron en Nicaragua y establecieron un régimen que favorecía sus intereses, lo que duró hasta 1933. Durante este período, la presencia estadounidense buscaba estabilizar regímenes amistosos que aseguraran la protección de sus inversiones y proyectos infraestructurales.
A lo largo de los años, la relación entre Nicaragua y Estados Unidos ha sido compleja y a menudo tensa. Las intervenciones tempranas sentaron las bases para futuros conflictos y descontentos, influenciando significativamente la política interna de Nicaragua. Este legado histórico aún resuena en las relaciones actuales, demostrando cómo las acciones del pasado continúan moldeando el presente.
Este análisis histórico nos recuerda la importancia de entender las dinámicas de poder y cómo estas han configurado no solo las políticas internas de los países involucrados, sino también sus relaciones internacionales a largo plazo.